Construido en la ladera de una montaña con su arquitectura del Segundo Imperio, Eaux-Bonnes no se parece en nada al tradicional pueblo bearnés. Aquí la nobleza tomó las aguas y es agradable imaginar a estas damas con crinolinas, a estos señores con sombreros de copa, hablando de su curación y de su ociosidad.
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